Libros en Alfa y Omega
El Premio SM Gran Angular 2022 da voz a una pequeña huérfana, Isata, que ha perdido la suya por el trauma de sus vivencias como refugiada
Maica Rivera entrevista en Alfa y Omega a Gines Sánchez. Abril 2022
¿Qué le animó a escribir una novela juvenil sobre el mundo de los refugiados?
Quería escribir sobre el tema desde hacía tiempo. Pero necesitaba encontrar la fórmula para hacerlo y darle sentido en mi escritura. Pensé mucho sobre ello, y llegué a la conclusión de que sería en el mundo adolescente donde tendría el mejor encaje para visibilizar esta realidad.
¿La historia está basada en hechos reales?
No hay una Isata o una Dibra que hayan vivido estrictamente esta historia. Pero sí que hay miles de Dibras e Isatas, equivalentes a cada una de ellas, en cada campo de refugiados del mundo. Y también, seguro, muchos cientos de niños que, simplemente, un día desaparecen y de los que nadie vuelve a saber.
¿Qué quiso que significara el título?
Los chicos protagonistas llegaron al campo de refugiados en el que están a través del mar: lo cruzaron en pateras, balsas o lo que sea, pero viven en su propia orilla porque no los dejaron ir más allá. Lo ven todos los días, lo respiran. Y para ellos, ese mar está a la espalda. Es lo que dejaron atrás. Y por eso, miran hacia las montañas al otro lado. Porque es donde debería seguir su vida. También persiste, claro, el recuerdo de todos los que no pudieron dejar ese mar detrás.
¿Cómo desarrolló el proceso documental?
Fue muy duro y de él se ocupó esencialmente Cristina, mi pareja. Ella tenía acceso a personas que habían vivido de primera mano experiencias como las que sufren los personajes del libro. Entonces, nos sentamos con ellas y hablamos, hablamos, hablamos. Mientras que otras personas nos mandaban sus historias a través del correo electrónico. Hubo mucha gente que quiso colaborar. Y a todos se lo agradecemos infinito.
¿Qué le caló más de la investigación sobre el terreno?
Aparecieron testimonios espantosos. Cosas horribles. Sin embargo, lo más descorazonador fue darnos cuenta de la burocratización imperante en los campos de refugiados, Dibra se pasa la novela diciendo: «No somos números, somos personas de piel y huesos». Y, si descorazonador fue comprender la burocratización, todavía más duro fue comprender que esa burocratización éramos nosotros: el mundo que consideramos occidental y civilizado.
¿Cuál es su personaje favorito?
Isata lo es, sin duda. Y también Wole o Samir. Pero el personaje principal, Dibra, para mí, eclipsa a todos. Es la heroína perfecta, la rebelde y furiosa, pero también la que está llena de compasión, la que siempre parece a punto de quebrarse.
¿Es la suya una historia en la que la amistad prevalece por encima de todo?
Podríamos decirlo, sí. Digamos que el lema es «nunca dejes a tus amigos atrás».
¿Hay un afán educativo en esta novela?
Hay un afán educativo de fondo, sí. Los libros están para pasarlo bien. Pero también para formarse como personas. También para obligarnos a pensar, a ver el mundo desde otras perspectivas.
¿Dónde están los límites de la literatura de denuncia cuando se escribe para jóvenes?
No hay límites o no debería haberlos. No deberíamos infantilizar a los jóvenes. Al revés, deberíamos explicarles la vida tal cual es. Eso los preparará mejor para los problemas y los desengaños a los que tendrán que enfrentarse en el futuro. Lo que sí creo que es necesario es ser hábil a la hora de contarles.
En el actual contexto internacional de guerra, ¿le surgen nuevas lecturas de la obra?
Se me ha reforzado el concepto del olvido. Del limbo administrativo. Porque ahora todo el mundo está volcado con los refugiados ucranianos. Y es maravilloso que lo esté. Pero se calcula que hay unos 50 millones de refugiados en el mundo. O sea, una España entera viviendo como viven Dibra, Isata y los demás. Y nadie habla de ellos y nadie se preocupa por ellos. ¿Qué pasará con los refugiados ucranianos cuando el foco se aparte de su lado? Siempre hay una guerra en algún lugar del mundo.