PUBLICADO EN ACEPRENSA POR ISABEL RODRÍGUEZ MAISTERRA
OCTUBRE 2022
“Hablé con dos amigos en Teherán y Sanandaj esta semana –cuenta M.B., un iraní exiliado en Europa–. Les dije que las protestas parecían haber cesado, pero replicaron: ‘¡Ha habido protestas en nuestra ciudad!’ Esto solo confirma mi sospecha de que recibimos los vídeos muy tarde o ni eso debido a los cortes de Internet del régimen”. M.B. está siguiendo los acontecimientos de su país desde que comenzaran las protestas hace más de cuarenta días, tratando de contactar con los que están allí.
“También me contaron que hay una sensación muy fuerte de que algún tipo de revolución está en marcha, y de que hay esperanza de que la pesadilla termine”. M.B. destaca que estos amigos suyos son personas “generalmente pesimistas” en lo que respecta a la posibilidad de que las protestas puedan conseguir algún tipo de cambio. “Por primera vez en muchos años hay una esperanza genuina. Incluso los que eran religiosos están ya hartos del régimen”.
La dura represión ha dejado por ahora 244 muertos y 12.500 detenidos, según datos de activistas iraníes. A pesar de todo, las protestas sumaron una quinta semana con algunas novedades. Destacan las huelgas en las empresas del sector petrolífero, principal fuente de riqueza de Irán, a las que se suman fábricas, profesores, conductores del transporte público, mercados… “Esto es esperanzador, pero el régimen está intentando intimidar a los trabajadores mediante detenciones y otras medidas de represión”, dice M.B.
“Di su nombre”: Mahsa Amini
Todo empezó cuando Mahsa Amini fue detenida el 14 de septiembre por la policía de la moral iraní en Teherán por no llevar bien puesto el velo. Dos días después, la joven kurda de 22 años murió bajo custodia policial en un hospital. Mientras la familia de la víctima y los médicos aseguraban que fue resultado de las torturas policiales, el gobierno dijo que había sufrido un ataque al corazón. Las protestas no se hicieron esperar y miles de personas salieron a las calles en Teherán y otras ciudades iraníes.
Revueltas de este tipo se vienen produciendo desde 1999, cada vez con mayor frecuencia, y el liderazgo de las mujeres no es una novedad. El gesto más característico de estas protestas ha sido la quema del velo por parte de muchas mujeres, denunciando la imposición que a Mahsa le costó la vida.
Junto con las mujeres que se rebelan contra la discriminación, en las protestas participan otros grupos: kurdos, obreros, profesores, artistas
El pasado 15 de octubre, a un día de que las protestas cumplieran un mes, hubo nuevas manifestaciones contra el régimen. Al final de la jornada se desató un incendio en la cárcel de Evin, en Teherán, donde están encerrados la mayoría de los presos políticos. Según las autoridades hay al menos ocho muertos y 60 heridos.
Además de “Mujer, vida, libertad”, uno de los eslóganes de las protestas ha sido “Di su nombre”, referido al de Mahsa Amini. Los sectores que participan en las protestas son muy variados. Se trata de todos los descontentos con el régimen: mujeres que se rebelan contra su discriminación en la vida pública y privada, la comunidad kurda –a la que pertenecía Amini–, obreros, profesores, artistas…
Junto con el descontento político por la falta de libertad democrática, hay un gran malestar por la crisis económica y por los agravios sociales a distintas comunidades. Los manifestantes no solo piden reformas: muchos piden un cambio de régimen, el fin de la dictadura.
La batalla en las redes Desde el comienzo de las movilizaciones, el régimen cortó el acceso a Internet para dejar a los manifestantes incomunicados entre ellos y con el exterior. Sin embargo, a través de las aplicaciones de VPN (red privada virtual) o redes como Telegram, consiguen enviar mensajes e imágenes al resto del mundo.
Las redes sociales, como viene siendo habitual en este tipo de protestas populares, han sido las grandes aliadas a la hora de visibilizar la lucha de los iraníes, llegando a las pantallas de los cinco continentes. Con etiquetas como “Irán libre” o “Mahsa Amini”, las publicaciones de mujeres cortándose el pelo en señal de duelo y protesta se han hecho virales desde la primera semana de manifestaciones.
Muchos personajes públicos iraníes del ámbito del deporte, la comunicación, la música o el cine, se han solidarizado con las protestas publicando mensajes en sus redes sociales que, en muchos casos, han sido censurados. Zobeir Niknafs, futbolista de la selección iraní, se afeitó la cabeza y lo publicó en sus redes en apoyo a las mujeres de su país. Otros compañeros de equipo, concentrados en Austria a finales de septiembre, hicieron lo mismo, pero luego sus publicaciones fueron borradas.
Desde Estados Unidos, la periodista iraní Negar Mortazavi, que desde 2009 no puede volver a Irán por las amenazas, explicaba en una entrevista que sus compatriotas no ven otra salida al cambio “que no sea la calle”. Al malestar económico y la corrupción de la élite política se une la férrea inmovilidad institucional. Como recuerda, en las pasadas elecciones, los partidos que abogaban por ligeros cambios –dentro de las estructuras del régimen– fueron descalificados.
¿Perspectivas de cambio?
En las últimas décadas, las protestas contra el régimen iraní se han hecho cada vez más frecuentes. En 1999 fueron lideradas por los estudiantes, ante el cierre del periódico reformista Salam. La Revolución Verde de 2009 sacó a la calle a miles de personas que protestaban por el fraude electoral que dio la presidencia a Mahmud Ahmadineyad y en apoyo al candidato de la oposición. Más recientemente, en 2019, el detonante fue la subida en el precio de los carburantes.
Para que las protestas tengan éxito, “siguen faltando factores clave como organización y liderazgo”, advierte un iraní en el exilio
Cyrus Azad (pseudónimo de otro iraní en el exilio) cuenta que, a raíz de las últimas manifestaciones, algunos líderes de su país han cuestionado la obligatoriedad del hiyab –basados en el propio texto islámico–, o, al menos, las formas de imponerlo a las mujeres por parte de la policía de la moral. Sin embargo, el cambio de régimen que demandan los manifestantes está lejos de ser una realidad.
Para que ocurriera algo así, según Azad, “haría falta que una potencia extranjera interviniera, lo cual está descartado, o que la gente se arme, lo cual es muy difícil y sería un baño de sangre”. En esto coincide con M.B., que apunta que “la lucha de los iraníes será larga y sangrienta, pero los avances por ahora son alentadores”.
En opinión de este último, para que las protestas tengan éxito, “siguen faltando factores clave como organización y liderazgo. Porque, cuanto más dure la lucha, más importante serán. Es comprensible la dificultad, ya que el régimen persigue y detiene a los que podrían liderar la oposición. Espero que pueda surgir gradualmente algún tipo de liderazgo. En ese caso, el fin del régimen se hará inevitable”.