Construir el bien cada día: esta es la definición de la perseverancia que propone el Papa Francisco antes de rezar el Ángelus este domingo 13 de noviembre. Desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, tras la santa misa en la Basílica de San Pedro por la VI Jornada Mundial de los Pobres, el Pontífice reflexionó sobre el Evangelio del día, extraído del capítulo 21 de San Lucas, versículos del 5 al 19.
El texto que la liturgia propone hoy nos lleva a Jerusalén, al lugar más sagrado: el templo, como explicó el mismo Sucesor de Pedro. Allí, en torno a Jesús, algunos hablan de la magnificencia de aquel edificio grandioso, «adornado con piedras preciosas» (Lc 21,5). Pero el Señor dice: «De lo que ven, no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida» (v. 6). Luego aumenta la intensidad, explicando cómo en la historia casi todo se derrumba: habrá, dice, revoluciones y guerras, terremotos y hambrunas, plagas y persecuciones (cf. vv. 9-17).
“Es como si dijera: no hay que confiar demasiado en las realidades terrenales, que pasan”, afirmó el Papa. Según el Pontífice, “son palabras sabias, pero pueden darnos cierta amargura: ya hay tantas cosas que van mal, ¿por qué el Señor también hace discursos tan negativos? En realidad, su intención es otra, es darnos una valiosa enseñanza, a saber, el camino de salida de toda esta precariedad. ¿Y cuál es el camino de salida?”.
El camino de salida, apunta el Sucesor de Pedro, se encuentra en una palabra que quizás nos sorprenda, y sostiene: “Cristo lo revela en la última frase del Evangelio de hoy, cuando dice: «Con su perseverancia salvarán su vida» (v. 19).
Lo que realmente importa
“La perseverancia. ¿Qué cosa es esto?”, se pregunta Francisco. Y contesta: “La palabra indica ser «muy severos»; pero ¿severos en qué sentido? ¿Acaso con uno mismo, considerándose no estar a la altura? No. ¿Acaso con los demás, siendo rígidos e inflexibles? Tampoco”. “Jesús nos pide que seamos «severos», disciplinados, persistentes en lo que a Él le importa, en lo que importa”.
El Papa aclara que “lo que realmente importa, muchas veces no coincide con lo que atrae nuestro interés: a menudo, como aquellas personas en el templo, priorizamos las obras de nuestras manos, nuestros logros, nuestras tradiciones religiosas y civiles, nuestros símbolos sagrados y sociales”. “Estas cosas son importantes, pero pasan”, subraya. “En cambio, Jesús dice que nos centremos en lo que permanece, que evitemos dedicar nuestra vida a construir algo que luego se destruirá, como aquel templo, olvidándonos de construir lo que no se derrumba, de construir sobre su palabra, sobre el amor, sobre el bien”. «Lo que no pasa, perseverante, ser severos, ser decididos en edificar lo que no pasa», insiste Francisco.
¿Soy constante?
“Perseverar es permanecer constantes en el bien, especialmente cuando la realidad circundante empuja a hacer otra cosa”, asevera Bergoglio. El Pontífice argentino ilustra este punto con un ejemplo:
“Sé que rezar es importante, pero yo, como todo el mundo, siempre tengo muchas cosas que hacer, y por eso lo dejo para más adelante. O bien, veo tanta gente astuta que se aprovecha de las situaciones, que «regatea» las normas, y yo también dejo de observarlas, dejo de perseverar en la justicia y la legalidad. «Pero si estos listos lo hacen, también yo lo hago. Estén atentos a esto. Todavía más: hago un servicio en la Iglesia, para la comunidad, para los pobres, pero veo que tanta gente en su tiempo libre solo piensa en divertirse, y entonces me dan ganas de abandonar y hacer como ellos”.
Luego, insiste en que “perseverar, en cambio, es permanecer en el bien” y animó a cuestionarnos: “¿Cómo va mi perseverancia? ¿Soy constante, o vivo la fe, la justicia y la caridad según el momento, es decir, si me apetece, rezo, si me conviene, soy justo, servicial y atento, mientras que, si estoy insatisfecho, si nadie me lo agradece, dejo de hacerlo? ¿Me aburro? En resumen, ¿mi oración y mi servicio dependen de las circunstancias o de un corazón firme en el Señor?”.
Francisco añade que, “si perseveramos -nos recuerda Jesús- no tenemos nada que temer, ni siquiera en los acontecimientos tristes y difíciles de la vida, ni siquiera en el mal que vemos a nuestro alrededor, porque permanecemos anclados en el bien”. Recuerda que “Dostoievski escribió: «No tengas miedo de los pecados de los hombres, ama al hombre incluso con su pecado, porque este reflejo del amor divino es el culmen del amor en la tierra» (Los hermanos Karamazov, II,6,3g). La perseverancia es el reflejo del amor de Dios en el mundo, porque el amor de Dios es fiel, nunca cambia”.
Como siempre, concluye su mensaje con una súplica a la Virgen, esta vez augurando que «María, la sierva del Señor perseverante en la oración (cf. Hch 1,12), fortalezca nuestra constancia”.