El catedrático acaba de asumir la presidencia de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas.
En ABC
Benigno Pendás: «España tiene una deuda histórica con la moderación»
Catedrático de Ciencia Política de la Universidad CEU San Pablo y letrado de las Cortes, Benigno Pendás (Barcelona, 1956) fue elegido el pasado mes de diciembre nuevo presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, la Casa encargada de «pensar en voz alta sobre los grandes temas que importan a la sociedad española». Colaborador habitual en la Tercera de ABC y vicepresidente de la institución con Miguel Herrero de Miñón, los primeros pasos de su mandato para el trienio 2022-2024 coinciden con su ingreso en el Consejo de Estado, que hoy celebra su discurso de toma de posesión.
—¿Qué retos sigue teniendo la Academia en estos tiempos?
—Nuestra academia tiene que ser la conciencia intelectual de la sociedad. En ese sentido, vamos a abrir una serie de vías de trabajo sobre el presente y el futuro de la España constitucional, sobre la realidad económica y social y sobre la pandemia. El mundo, qué duda cabe, está cambiando, y nuestra academia, por su composición, tiene mucho que decir.
—¿Siguen teniendo espacio los intelectuales?
—Lo tienen y lo deben tener. Sobre todo, si somos capaces de pensar desde el punto de vista del interés general y no desde el partidismo de cada día. Y en el caso de España, yo creo que eso se identifica con el éxito de la España constitucional, con lo que está siendo la mejor etapa política de nuestra historia.
— Muchas veces se dibuja un país que está al borde del colapso, pero si algo ha demostrado el sistema español es que es resistente.
— La sociedad española es mucho más madura de lo que a veces parece y de lo que a algunos les gustaría. A veces el ruido mediático da la impresión de una especie de colapso inmediato, pero lo cierto es que las instituciones están ahí, que funcionan muy razonablemente. Por otra parte, es un problema bastante generalizado en Europa.
— Qué ha pasado para que el debate político se haya ido a los extremos?.
— Ha pasado en todas partes. En Estados Unidos, por ejemplo, la polarización del debate político es una cosa realmente llamativa. La crisis económica y la pandemia han influido, naturalmente. A la sociedad española seguramente le faltan faros, un sentido de hacia dónde tenemos que ir. Lo que ocurre es que la crisis favorece los extremos y empobrece el debate.
— ¿Esa ausencia de referentes tiene que ver con la pérdida de educación cultural del país? ¿Los nuevos hábitos culturales favorecen un pensamiento más líquido?.
— Efectivamente la definición de nuestra época es la sociedad líquida. Los cambios tecnológicos son irreversibles, es decir, no se pueden poner barreras al tsunami. Lo que hay que procurar es encauzar los vientos. Es verdad que el mensaje se simplifica y eso es preocupante. Si tienes que poner en una sola frase un mensaje, naturalmente, no caben los matices ni la expresión de opiniones distintas, ni la búsqueda de soluciones, sino que la frase más rotunda y más tajante es la que gana. A mí eso me preocupa mucho, sinceramente. Hay que hacer un esfuerzo para explicar que las verdades absolutas y los dogmas radicales son propios de los sistemas totalitarios.
— En la respuesta al discurso que hizo Vallespín en 2019 mencionaba usted el virus de la intransigencia. Decía que los moderados ahora son considerados pusilánimes o indecisos?.
— España tiene una cierta deuda histórica con una moderación que hemos empezado a pagar desde la Transición. Yo soy un decidido defensor de la moderación. No es, como a veces se piensa, no opinar, no pronunciarse o eludir el debate. Yo siempre digo que la moderación es una forma de entender la vida, de saber que el adversario sin duda puede tener buenas razones y que hay que discutir y argumentar. Pero en España, efectivamente, ser moderado suele confundirse con ser un poco cobarde o pusilánime. Es un gran error. Cuando mejor les ha ido a los países ha sido cuando los moderados –de izquierda, derecha o centro– han podido imponer sus planteamientos.
— ¿Cómo valora el modo en que España ha llevado la pandemia?.
— Como buen moderado yo diría que ni mejor ni peor que otros. Las cifras en España no han sido ni mejores ni peores. Una vez más, la sociedad española ha demostrado madurez y sensatez cuando ha tenido que quedarse en casa encerrada o cuando ha podido salir. Felizmente en España yo creo que hay menos negacionistas que en otros sitios, o por lo menos hacen menos ruido. La sociedad española es mucho más madura. Yo me quedo perplejo y entristecido cuando veo esas manifestaciones en países admirables como Alemania, Francia o Italia.
— De alguna manera esto está relacionado con el tema de la posverdad: la mentira ya no tiene castigo.
— Es muy triste. Una mentira no deja de serlo porque la repitas una y mil veces. Lo que ocurre es que hay campañas sistemáticas y dirigidas a un público que prefiere no pensar demasiado y que le den hecha la opinión. Precisamente, el gran deber de los intelectuales es combatir las mentiras. Mentir sistemáticamente, y sobre todo si se miente al servicio de una causa partidista, es muy preocupante. La sociedad debería rechazarlo firmemente y los intelectuales tenemos que denunciarlo.
— En una entrevista en ABC, Darío Villanueva dijo que la ignorancia se ha empoderado.
— Es verdad. Tiene que ver algo con la simplificación del mensaje. Pero incluso con mensajes simples se puede decir la verdad y cosas sensatas. Yo, como profesor vocacional, lo primero que les digo siempre a mis alumnos es que no se crean todo lo que les llegue, sino que los valoren, razonen. Que sean capaces de discutir y argumentar. Si no, nos va a ir malo.